Me encuentro en un nuevo espacio… cálido, acogedor, tranquilo. El paso del tiempo me puso en un ahora, donde me siento más decantada, luego del mar de emociones que me inundó al terminar el ACP.
Un tiempo que me permitió medir, observar, enfocar. ¿Hacia dónde quiero dirigir mis pasos ahora? Difícil pregunta en un momento donde la incertidumbre era lo único que sentía más claro. Y en un ir y venir de juicios, emociones, heridas, me pongo un desafío.
Quiero lograr mi objetivo y no por un capricho, sino porque a esta altura del camino ya siento mi ser coach latir con fuerza. Escucho el llamado de un propósito tan claro, que el no haber logrado certificarme en determinado momento, pasa a ser una mera anécdota.
Me doy cuenta de que me costó terminar el ACP porque en realidad no quería irme. Fueron tan transformadores estos 9 meses de programa, que crearon un lazo que me resistí a romper y encontré la forma de “quedarme un ratito más en el útero”, como me dijo alguien muy especial en mi camino de aprendiz.
Tuve la fortuna de encontrar un lugar mágico, que ha sido un verdadero regalo en mi formación. Es pequeño, contenido, seguro, amoroso. Donde no hay prisa, donde el ritmo es flexible, donde hay espacio en la mesa para poner todos los miedos, dudas, pudores. Un lugar de confianza, confidencial y sagrado como una gran sesión de coaching.
Aquí, en el Mentoring, mi aprendiz logra despojarse. Me suelto, me relajo, me dejo ser, y así ocurre la magia. Comienza a salir lo que estaba en mí hace meses pero que no encontraba su curso. Fluye solo, sin presiones, sin explicaciones, sólo observando el maravilloso momento cuando el nudo se desata y solo soy. Recién aquí comprendo y experimento esta danza preciosa entre dos personas que se encuentran sin que signifique un esfuerzo. Sólo se da y avanza.
Un movimiento que va mucho más allá de las distinciones, de los momentos, del quiebre, del darse cuenta. Sólo dos personas conversando en la más absoluta confianza y creciendo juntas. Sintiendo que hay un espacio en el mundo donde están acompañadas.
Y así en un ir y venir, entre prácticas, lecturas preciosas y encuentros enriquecedores, me alimento, nutro y crezco en este lugar cálido, agradeciendo el regalo de quedarme “un ratito más en el útero”.
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