Relatos de un camino que comienza a partir de palabras que resuenan: bienestar, sanación, esperanza, propósito, ayudar a otros… Un camino que parte desde uno mismo y que se expande al universo. Una peregrina que inicia la búsqueda del sentido perdido en un momento donde no queda más que volver. Que comienza desde la nada que deja el deseo de no vivir más. Despojarse de todo para comenzar otra vez.
Devolverle al mundo el alma que le quitamos, con una nueva forma de observar al otro y ese aprendizaje puede ser a través del coaching ontológico, sentir hambre por hacerse preguntas, evitar la certidumbre y aprender más allá para lograr un giro en la conciencia. Es una transformación inevitable y dinámica, pero que debemos hacerla de manera consciente.
El inicio del camino como aprendiz
Primera Conferencia del Programa el Arte del Coaching
¿Cómo llegué a esta bifurcación del camino? Pensaría en el destino como un porque sí, aunque siento claramente la consecuencia de mis actos. Actos que comienzan a ser más conscientes precisamente en el momento más crítico de mi existencia. Cuando siento el golpe del vacío luego de la caída estrepitosa al fondo de mi propia existencia. Justo al momento donde siento que morir es una idea tentadora para terminar con el dolor. Ese fondo puede presentarse como una hoja en blanco y así lo tomé.
¿Acaso desde el más profundo dolor puede surgir algo hermoso? Veo que sí. O al menos así lo he vivido estos últimos años desde que decidí levantarme y partir de nuevo. Re comenzar es un momento lleno de esperanza, sin miedos porque ya sientes que lo perdiste todo así que no queda nada más que partir de cero.
La hoja en blanco era mi propia existencia, o más bien el sentido de ella. Comenzar a escribir mi nueva historia, sin saber bien el cómo, sólo con la sorpresa de un recién nacido. Aparece la inspiración, el misterio, la curiosidad. Se abren muchas posibilidades ajenas hasta entonces. Surge el aprendiz, que desde la humildad está dispuesto a descubrir.
Uno de mis descubrimientos fue el arte del coaching, que tomé sin saber más que lo que pude observar de personas que lo aprendieron y lo practican. Verlos moverse, escucharlos, conectarse de una forma para mí ignorada, percibir su bienestar, no hizo más que querer experimentar lo mismo. Como siguiendo un buen aroma, me uno a la aventura y comienzo mi propio camino como aprendiz.
Llega el día de iniciar el programa como futuro coach y aquí estamos. No veo sólo rostros dentro del grupo, también puedo sentir. En un primer encuentro de 4 días pasa todo lo que no me pude imaginar, surgen conceptos que me fascinan: lenguaje, emociones, cuerpo. Escucho, escribo, dibujo, observo y aprendo. Lloro, río, bailo y allí descubro lo desconectada que estoy de mi cuerpo.
Me duele el cuello, los brazos, la cabeza, el estómago, tengo pesadillas, lo paso mal. Pero comienzo a sentir. Aparece el dolor y esa nueva manera de observarlo. Aparecen los diálogos internos, las preguntas, levantar la mano y atreverse a hablar. Más dolor, el miedo, la esperanza… y ocurre la magia. Lo primero que reacciona es el cuerpo ya que comienzo a moverme como no lo había podido hacer. Desaparece la rigidez, el dolor muscular, me suelto, me relajo, me entrego y mi cuerpo se mueve de manera natural.
Algo más ocurrió en ese encuentro: escucho de una manera distinta. Ahora no sólo presto atención cuando me hablan, sino que además me emociono, lloro y río con quien estoy escuchando. Sólo observo y me dejo sorprender porque estoy aprendiendo sobre los juicios, lo que hacen en mí y en quienes me rodean. Cómo interactúan en la conciencia haciéndonos creer que son parte nuestra.
Y el dolor… esa emoción que me enseñaron a rechazar, a quitarla de encima lo más rápido posible sin darle ninguna posibilidad de escuchar lo que viene a decir. Que incomoda, molesta, se calma con todo tipo de consuelos cuando en realidad lo que necesita es manifestarse para poder salir del alma.
Cuando logré mirar el dolor de una forma nueva ocurrió otra magia… cambió la emoción. Se transformó en esperanza. Surgió la fuerza, el amor, la compasión y la reconciliación. Dejó de pesar tanto, o más bien dejó de molestar como algo que te tienes que sacar rápido. Sólo lo dejé estar.
Luego de los 4 días de este primer encuentro con mis compañeros de camino, donde las emociones se abrieron paso a ratos desbordadas, donde se siente el amor y la empatía, donde el cansancio aparece intenso, pero no molesto, sé que estamos recién comenzando, como nuevos seres que se gestarán durante 9 meses para nacer una vez más, en una nueva versión sin saber hoy hasta donde puede llegar, pero el viaje aparece fascinante.
0 Comments